lunes, 3 de julio de 2023

La clara influencia heredada de la sacristía de la Catedral de Sigüenza en la Sacristía de El Salvador de Úbeda

 Juan Ángel López Barrionuevo

Úbeda nunca se paró. La ciudad evidentemente ha cambiado a lo largo de los últimos cinco siglos, pero ello no significa que el desarrollo de la ciudad haya dañado sustancialmente su patrimonio artístico. La declaración de la UNESCO como ciudad Patrimonio de la Humanidad viene a corroborar este hecho, y anima a mantener, pero también a recuperar.
Uno de los edificios más decorosos de la ciudad, es la monumental capilla funeraria de El Salvador del Mundo, que cierra por el Este una de las plazas que, con mayor razón se puede llamar monumentales: la de Vázquez de Molina.

Obra capital del renacimiento español en su fase de transición desde el plateresco, este templo, es fundación del mecenas Francisco de los Cobos, secretario del emperador Carlos I y Adelantado de Cazorla, es diseñada por Diego de Siloé, con la apasionada y decisiva intervención del francés Esteban Jamete, constituye una tesis doctoral de Andrés de Vandelvira. En frase de Chueca Goittia añade: “… El Salvador no es Vandelvira, pero en el Salvador está Vandelvira y de allí ha de salir…”.

(La Sacristía De El Salvador).

Según la enciclopedia Católica, la Sacristía (del latín sacrastia) Es una parte del templo, o anexo a él, donde se guardan los ornamentos, los adornos litúrgicos, los vasos sagrados y otros artículos de valor, y donde se reúne el clero para revestirse antes de las diferentes ceremonias eclesiásticas. Corresponde al secretarium o diaconicum de antaño. Actualmente es práctica casi universal tener la sacristía directamente detrás del altar principal o a ambos lados del mismo. La sacristía debe estar provista de muebles y cajones, debidamente etiquetados, para los ornamentos correspondientes a los diferentes tiempos litúrgicos, en sus colores apropiados; un crucifijo o alguna imagen conveniente ante la que el clero debe hacer una reverencia antes de entrar al santuario o al regresar de él.

De la monumentalidad de la Capilla de El Salvador, recalcaremos de un modo especial la sacristía; obra de Andrés de Vandelvira, con medallones, cariátides y otras decoraciones. Es una sacristía donde Vandelvira se lució especialmente. Debió imaginar cómo el resto de los mortales miraríamos aturdidos las bóvedas que cubren esta dependencia.

Dicha sacristía está considerada como una de las principales obras del renacimiento español, con una riquísima decoración escultórica, simbolizando vicios y virtudes, obra del francés Esteban Jamete.

Con arcos que dejan huecos para alojar las cajoneras, está decorada con toda clase de figuras, bustos y alegorías corpóreas. El entablamento está sostenido por cariátides que, a su vez, descansan en cabezas humanas.

Además, este espacio reservado a la clase clerical, con una programática decoración escultórica a la manera miguelangelesca, obra del escultor Esteban Jamete, presenta un complejo e intelectual programa de contenido clásico, filosófico y moral. Motivos heráldicos, cariátides, atlantes, ocho ángeles apocalípticos coronando las claves de los arcos, ocho medallones con alegorías humanizadas y doce sibilas entre proféticas y apocalípticas, representan una visión pagana, cristiana y glorificadora por la que el Salvador del mundo era el Salvador de la familia de los Cobos.

Hay curiosas opiniones, de esta admirable obra de arte, a lo largo de los años, así, los viajeros Pi y Margall, se expresaron hace más de dos centurias sobre esta fachada:”… arte que únicamente habla a los sentidos…” “…es la iglesia más pagana y sensual del Renacimiento andaluz”, y el catedrático y profesor Joaquín Montes Bardo”…cabe señalar la complejidad de este monumento funerario, el cuál se mezclan, el pensamiento de Erasmo o el discurrir de la liturgia católica…”

Sacristía de El Salvador de Úbeda




Sacristía de la Catedral de Siguenza

En realidad, no es un producto artístico legítimo, ya que la Sacristía del Salvador tiene la clara influencia heredada de la sacristía de la Catedral de Sigüenza de Alonso de Covarrubias, conocida como la Sacristía de las Cabezas.

La Sacristía de las Cabezas es una de las obras de arte renacentistas españolas más importantes gracias a la curiosa decoración de sus bóvedas

La Sacristía de las Cabezas es una de las obras de arte renacentistas españolas más importantes gracias a la curiosa decoración de sus bóvedas. Una joya enclavada en la Catedral de Sigüenza que, en ocasiones, pasa desapercibida. Construida en el siglo XVI en pleno corazón del centro histórico, es una de las visitas imprescindibles en la provincia de Guadalajara. Está declarada Bien de Interés Cultural desde el 3 de junio de 1931.

Junto a la Sacristía del Salvador de Úbeda, es un ejemplar único en España, puesto que aún conserva figuras propias de la mejor época del movimiento. Este famoso monumento se construyó entre 1531 y 1561, diseñado por el célebre Alonso de Covarrubias. En su ejecución intervinieron diversos maestros, como Francisco de Baeza, cuya intervención como aparejador está documentada, Nicolás de Durango en 1535, y el segundo maestro Martín de Vandoma, entre otros.

Vamos ahora, finalmente, con la par­te ornamental que ha dado el nombre a este recinto y conquistado para él la fama universal: esas 304 cabezas de su bóveda, que, a manera de artesonado, pétreo, lanzan constante su ru­mor, su vago decir, su lento y blanco llorar de siglos sobre los admirados rostros de quienes hasta ellos llegan. Sin entrar en la literaturización que, por otra parte, merece esta obra, di­remos que cada uno de los sectores de la bóveda posee 19 hileras, con 4 cabezas cada una. Las 9 de una vertiente se orientan en el sentido ver­tical que permite su lógica visión, lo mismo que las otras 9 de la vertiente contraria. Tan sólo en las cuatro caras de las hileras centrales, de la clave, se permite el artista una orientación distinta, pero meditada y equilibrada, como corresponde el estilo arquitec­tónico, riguroso y sistemático, en que se construye el conjunto. Damos aquí esta distribución como aportación al estudio completo de esta bóveda.

Se orientan las caras de estos me­dallones claves con arreglo a un eje que va desde la ventana al rosetón (E.‑O.); y, adoptando por parte exter­na de la sala la correspondiente a Le­vante, tenernos que en el primer sec­tor de la bóveda las tres caras exter­nas miran hacia dentro las dos in­ternas lo hacen hacia fuera. En el segundo sector, las dos caras externas miran hacia dentro, y las dos internas lo hacen hacia fuera. En, el tercer sec­tor, la primera y tercera miran hacia el interior, y la segunda, y cuarta es orientan hacia la ventana. En el cuar­to sector, el más interno, la cara externa mira hacia dentro, y las tres siguientes lo hacen hacía fuera. De esta manera, sin que en ningún sector es vea el mismo orden, guardan todos ellos un equilibrio perfecto. 

Pasando ahora al estudio iconográ­fico de estos 304 medallones, hemos de decir que en ellos aparecen los más diversos tipos que la imaginación puede concebir. Contemplar tal cantidad de gestos, de actitudes, de penas y alegrías conjuntadas, de pobrezas y dignidades confundidas, originan una tormenta anímica de la que uno se recupera ya difícilmente. Creemos que, en parte solamente, es esto techo una galería de retratos. Aparecen, si, diversos bustos de obispos, canónigos, religiosos, bachilleres, dignidades civiles, etc., ataviados a la usanza, de mitad del siglo XVI, que podrían muy bien ser personajes contemporáneos del artista que trazara y tallara sus rostros. En una gran mayoría de ellos, sin embargó, no se ha pretendido más que el efecto estético del poder y la fuerza que emanan de la plumilla y la plumilla del escultor.

 

Fuente: Wikipedia.

Fotos de Julio Pazos