Juan Ángel López Barrionuevo
Úbeda nunca se paró. La ciudad
evidentemente ha cambiado a lo largo de los últimos cinco siglos, pero ello no
significa que el desarrollo de la ciudad haya dañado sustancialmente su
patrimonio artístico. La declaración de la UNESCO como ciudad Patrimonio de la
Humanidad viene a corroborar este hecho, y anima a mantener, pero también a
recuperar.
Uno de los edificios más decorosos de la ciudad, es la monumental capilla
funeraria de El Salvador del Mundo, que cierra por el Este una de las plazas
que, con mayor razón se puede llamar monumentales: la de Vázquez de Molina.
Obra capital del renacimiento español en su fase de transición desde el
plateresco, este templo, es fundación del mecenas Francisco de los Cobos,
secretario del emperador Carlos I y Adelantado de Cazorla, es diseñada por
Diego de Siloé, con la apasionada y decisiva intervención del francés Esteban
Jamete, constituye una tesis doctoral de Andrés de Vandelvira. En frase de
Chueca Goittia añade: “… El Salvador no es Vandelvira, pero en el Salvador está
Vandelvira y de allí ha de salir…”.
(La Sacristía De El Salvador).
Según la enciclopedia Católica, la Sacristía (del latín sacrastia) Es una parte
del templo, o anexo a él, donde se guardan los ornamentos, los adornos
litúrgicos, los vasos sagrados y otros artículos de valor, y donde se reúne el
clero para revestirse antes de las diferentes ceremonias eclesiásticas.
Corresponde al secretarium o diaconicum de antaño. Actualmente es práctica casi
universal tener la sacristía directamente detrás del altar principal o a ambos
lados del mismo. La sacristía debe estar provista de muebles y cajones,
debidamente etiquetados, para los ornamentos correspondientes a los diferentes
tiempos litúrgicos, en sus colores apropiados; un crucifijo o alguna imagen
conveniente ante la que el clero debe hacer una reverencia antes de entrar al
santuario o al regresar de él.
De la monumentalidad de la Capilla de El Salvador, recalcaremos de un modo
especial la sacristía; obra de Andrés de Vandelvira, con medallones, cariátides
y otras decoraciones. Es una sacristía donde Vandelvira se lució especialmente.
Debió imaginar cómo el resto de los mortales miraríamos aturdidos las bóvedas
que cubren esta dependencia.
Dicha sacristía está considerada como una de las principales
obras del renacimiento español, con una riquísima decoración escultórica,
simbolizando vicios y virtudes, obra del francés Esteban Jamete.
Con arcos que dejan huecos para alojar las cajoneras, está decorada con toda
clase de figuras, bustos y alegorías corpóreas. El entablamento está sostenido
por cariátides que, a su vez, descansan en cabezas humanas.
Además, este espacio reservado a la clase clerical, con una programática
decoración escultórica a la manera miguelangelesca, obra del escultor Esteban Jamete,
presenta un complejo e intelectual programa de contenido clásico, filosófico y
moral. Motivos heráldicos, cariátides, atlantes, ocho ángeles apocalípticos
coronando las claves de los arcos, ocho medallones con alegorías humanizadas y
doce sibilas entre proféticas y apocalípticas, representan una visión pagana,
cristiana y glorificadora por la que el Salvador del mundo era el Salvador de
la familia de los Cobos.
Hay curiosas opiniones, de esta admirable obra de arte, a lo largo de los años,
así, los viajeros Pi y Margall, se expresaron hace más de dos centurias sobre
esta fachada:”… arte que únicamente habla a los sentidos…” “…es la iglesia más
pagana y sensual del Renacimiento andaluz”, y el catedrático y profesor Joaquín
Montes Bardo”…cabe señalar la complejidad de este monumento funerario, el cuál
se mezclan, el pensamiento de Erasmo o el discurrir de la liturgia católica…”
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Sacristía de El Salvador de Úbeda |
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Sacristía de la Catedral de Siguenza |
En realidad, no es un producto artístico legítimo, ya que la Sacristía del Salvador tiene la clara influencia heredada de la sacristía de la Catedral de Sigüenza de Alonso de Covarrubias, conocida como la Sacristía de las Cabezas.
La Sacristía de las Cabezas es
una de las obras de arte renacentistas españolas más importantes gracias a la
curiosa decoración de sus bóvedas
La Sacristía de las Cabezas es
una de las obras de arte renacentistas españolas más importantes gracias a la
curiosa decoración de sus bóvedas. Una joya enclavada en la Catedral de Sigüenza que,
en ocasiones, pasa desapercibida. Construida en el siglo XVI en pleno corazón
del centro histórico, es una de las visitas imprescindibles en la provincia de Guadalajara.
Está declarada Bien de Interés Cultural desde el 3 de junio de 1931.
Junto a la Sacristía del
Salvador de Úbeda, es un ejemplar único en España, puesto que aún conserva figuras
propias de la mejor época del movimiento. Este famoso monumento se construyó
entre 1531 y 1561, diseñado por el célebre Alonso de Covarrubias. En su
ejecución intervinieron diversos maestros, como Francisco de Baeza, cuya
intervención como aparejador está documentada, Nicolás de Durango en 1535, y el
segundo maestro Martín de Vandoma, entre otros.
Vamos ahora, finalmente, con
la parte ornamental que ha dado el nombre a este recinto y conquistado para él
la fama universal: esas 304 cabezas de su bóveda, que, a manera de artesonado,
pétreo, lanzan constante su rumor, su vago decir, su lento y blanco llorar de
siglos sobre los admirados rostros de quienes hasta ellos llegan. Sin entrar en
la literaturización que, por otra parte, merece esta obra, diremos que cada
uno de los sectores de la bóveda posee 19 hileras, con 4 cabezas cada una. Las
9 de una vertiente se orientan en el sentido vertical que permite su lógica
visión, lo mismo que las otras 9 de la vertiente contraria. Tan sólo en las
cuatro caras de las hileras centrales, de la clave, se permite el artista una
orientación distinta, pero meditada y equilibrada, como corresponde el estilo
arquitectónico, riguroso y sistemático, en que se construye el conjunto. Damos
aquí esta distribución como aportación al estudio completo de esta bóveda.
Se orientan las caras de estos
medallones claves con arreglo a un eje que va desde la ventana al rosetón (E.‑O.);
y, adoptando por parte externa de la sala la correspondiente a Levante,
tenernos que en el primer sector de la bóveda las tres caras externas miran
hacia dentro las dos internas lo hacen hacia fuera. En el segundo sector, las
dos caras externas miran hacia dentro, y las dos internas lo hacen hacia fuera.
En, el tercer sector, la primera y tercera miran hacia el interior, y la
segunda, y cuarta es orientan hacia la ventana. En el cuarto sector, el más
interno, la cara externa mira hacia dentro, y las tres siguientes lo hacen
hacía fuera. De esta manera, sin que en ningún sector es vea el mismo orden,
guardan todos ellos un equilibrio perfecto.
Pasando ahora al estudio iconográfico
de estos 304 medallones, hemos de decir que en ellos aparecen los más diversos
tipos que la imaginación puede concebir. Contemplar tal cantidad de gestos, de
actitudes, de penas y alegrías conjuntadas, de pobrezas y dignidades
confundidas, originan una tormenta anímica de la que uno se recupera ya
difícilmente. Creemos que, en parte solamente, es esto techo una galería de
retratos. Aparecen, si, diversos bustos de obispos, canónigos, religiosos,
bachilleres, dignidades civiles, etc., ataviados a la usanza, de mitad del
siglo XVI, que podrían muy bien ser personajes contemporáneos del artista que
trazara y tallara sus rostros. En una gran mayoría de ellos, sin embargó, no se
ha pretendido más que el efecto estético del poder y la fuerza que emanan de la
plumilla y la plumilla del escultor.
Fuente: Wikipedia.
Fotos de Julio Pazos
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